Pero la ideología más pujante, y de más proyección en la época, es el marxismo. Los marxistas unen la suerte de la emancipación de la mujer a la de la liberación del proletariado. Mujeres como Flora Tristán o Louise Michel están en esta posición.
Para los marxistas, la nueva sociedad creará otras estructuras e infraestructuras donde la mujer se verá liberada de la esclavitud a la que le somete el sistema capitalista; por consiguiente, mientras tanto, el marxismo no hace nada para mejorar la situación actual de las mujeres.
Pero en el siglo XIX las primeras en conseguir resultados son las sufragistas. No en vano, ellas sí pretenden mejorar la situación de las mujeres en la sociedad capitalista. Además de la participación en la vida pública, a través del voto, reivindican, también, el derecho a la educación y a tener un empleo. Quizás las primeras en conseguirlo fueron las cantantes e interpretes de música y las maestras de escuela. Por supuesto estamos hablando de las mujeres pertenecientes a la burguesía y cierta clase media, ya que las mujeres del proletariado fueron protagonistas en la puesta en marcha de la revolución industrial. El trabajo femenino fue una constante desde los primeros tiempos, ya que cobraban menos.
En 1792 Mary Wollstonecraft publica en los Estados Unidos Vindicación de los derechos de la mujer. En esta obra trata de dar una batalla legal para que los derechos de la mujer sean incluidos junto con los del hombre en la constitución estadounidense. Con el tiempo, su postura se radicaliza y propone la abolición del matrimonio, ya que para ella esta es la causa, y el medio, de opresión de la mujer.
Las mujeres van consiguiendo el derecho al voto en diferentes países. En 1893 lo consiguen en Nueva Zelanda, en 1917 en Rusia, en 1918 en Inglaterra, aunque lo pierden y han de recuperarlo en 1928. En 1920 en Estados Unidos, en 1931 en España, y en 1971 en Suiza, el último país desarrollado. En la mayoría de los países islámicos el voto sigue negado a la mujer, cuando no al hombre.
El socialismo y el anarquismo obtienen pocos éxitos, ya que no profundizan mucho en la situación de las mujeres. Sin embargo, sus mujeres son las más activas y las que más contribuyen a la difusión del feminismo.
Los anarquistas dan por supuesto que las mujeres estarán en igualdad de condiciones con el hombre en la nueva sociedad, en la que no existirán ni clases, ni grupos de poder ni, por supuesto, diferencias entre hombres y mujeres. La educación liberaría al hombre de su prejuicio contra las mujeres. Su opresión no es más que otra manifestación de la represión general. El socialismo está en la misma idea, pero Engels introduce un elemento más de análisis: la lucha de clases-sexo, no es específicamente capitalista, si no que tiene su propia dinámica. La liberación de la mujer se producirá con la del proletariado, pero para ello debe estar plenamente integrada en el modo de producción capitalista. Las mujeres deben luchar específicamente por la igualdad en el trabajo y en la sociedad dentro del propio partido. Paladinas de estas posturas fueron Clara Zetkim, Alexandra Kollontai y Rose Luxemburg.
En el siglo XX el fascismo fue una ideología que dominó durante los años 20 al 40. El fascismo redujo a la mujer a la condición de cosa, y le privó de los más elementales derechos, algunos de ellos ni siquiera durante el Antiguo Régimen se les había negado, como el derecho a administrar sus bienes. Hasta 1978, en España una mujer no podía tener un pasaporte, abrir una cuenta corriente, o poner una denuncia, si no era con el consentimiento expreso de su marido, padre o hermano.
Será después de la segunda guerra mundial cuando el feminismo, como ideología, sea asumido por toda la sociedad, y ello gracias a la información y a la sociedad de masas.
Sin embargo, la visión de la mujer para la sociedad de consumo de masas es muy diferente a la de los feminismos. Esta sociedad impone un tipo de mujer: esposa, feliz en su hogar, porque tiene aparatos que le hacen todas las tareas de la casa. Esta mujer feliz, y con mucho tiempo libre para el ocio, no tardará en revelarse en su jaula de oro.
Después de la segunda guerra mundial aparecen tres grandes pensadoras del feminismo: Simone de Beauvoir, Betty Friedmann y Kate Millet.
Simone de Beauvoir publica en 1949 El segundo sexo. Sostiene, que la situación oprimida de la mujer en la sociedad actual es algo cultural, y no natural, como creen algunos. Pone de manifiesto las diferencias de hecho, pero sostiene que no suponen un rango inferior. Se deben buscar nuevas relaciones entre los sexos, lo que enriquecerá a ambos como personas.
Betty Friedmann arremete en 1963 contra la mística de la feminidad, la esclavitud del hogar feliz y la paz del mito consumista. Todo ello lo que provoca es el aislamiento de la mujer, que vuelve a estar engañada por los viejos mitos, aunque modernizados.
Kate Millet en 1970 desarrolla una teoría sobre la política sexual. Para ella el patriarcado es un arte de dominación masculino que afecta a todas las clases sociales.
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